Antes de dar inicio a las actividades que desarrollaremos a lo largo del taller, sería conveniente, a modo de introducción, exponer a grandes rasgos qué es un taller literario —considerando también, por supuesto, el importante aporte de las dos compañeras que, previamente, se refirieron a sus experiencias personales como talleristas—, en qué consiste y cuáles son sus finalidades, para luego explicar la metodología de trabajo que aplicaremos durante el transcurso del mismo.
Una primera cosa a considerar es que todo taller literario debe entenderse como un espacio común de encuentro (presencial o a distancia) entre diversas personas unidas por una misma inquietud: la literatura; es decir, en principio —y no es mi intención parecer pelotudamente redundante... o quizás sí—, un taller literario es un grupo humano cuyo denominador común es el interés, el amor o la pasión por las letras. ¡Eureka!
Evidentemente, el concepto de “taller literario” no se agota en el mero hecho de compartir el gusto o afición por la literatura —de lo contrario, una tertulia entre escritores, un congreso de poesía transexual o una orgía de novelistas embarazadas, podrían considerarse como talleres literarios, y, claramente, no lo son—, pues son varios más los requisitos que le dan a un taller de literatura la calidad de tal.
Así, otra característica de los talleres literarios a considerar es su estructura interna y organización —muy simple, por lo demás—, conformada fundamentalmente por un determinado número de alumnos (talleristas) y un profesor cuya tarea es servir de guía en los procesos de aprendizaje y de creación de los talleristas.
De lo anterior se desprende que un taller de literatura es una instancia de trabajo que, si bien nunca debe perder su carácter lúdico, exige cierto grado de disciplina y conducción. No obstante, cabe señalar que la labor del profesor no es la de un catedrático severo, acartonado y erudito, sino la de un simple orientador del aprendizaje y la creación individual, grupal y colaborativo de los talleristas.
A propósito del término “colaborativo”, es importante subrayar que uno de los objetivos que generalmente se pretende lograr con los talleres —y éste no será la excepción— es convertir al grupo humano del comienzo en una verdadera comunidad donde, mediante la comunicación y la camaradería, se trabaje cooperativamente en el aprendizaje teórico-práctico de los saberes y fundamentos literarios que harán a los talleristas mejores escritores.
En cuanto a la finalidad esencial de los talleres literarios, la meta que se persigue y que nunca se alcanza del todo, pues la literatura no es un lugar sino un camino o un río infinito carente de desembocadura, es transformarse en un mejor escritor, corregir pifias, “perfeccionarse” (asqueroso verbo), afinar la puntería literaria, pulir todo lo que haya que pulir y, en definitiva, dominar a voluntad el lenguaje como a una dócil maraca. Hacia ese objetivo apunta también El Telar de las Historias.
Finalmente, en lo que respecta a la metodología de trabajo del taller, ésta será la siguiente: cada jueves, el profesor (o algún voluntario) subirá a este blog un texto expositivo breve sobre algún autor, tema, género o recurso literario, junto a una tarea para los talleristas que consistirá en componer un texto siguiendo las instrucciones o indicaciones que se señalen en la misma entrada. Cada tallerista tendrá plazo hasta el domingo de la respectiva semana para enviar su escrito, el que de inmediato será subido al blog para recibir hasta el miércoles de la semana siguiente la esperada retroalimentación mediante los comentarios del profesor y de los demás compañeros. Esta mecánica se repetirá semana a semana, con el jueves siempre como día de inicio.
En unas horas más, Macarena subirá la primera tarea (la propuesta por Kate) con sus respectivas instrucciones. No duden en comentar si les asalta alguna duda o si algo no quedó lo suficientemente bien explicado.
Una primera cosa a considerar es que todo taller literario debe entenderse como un espacio común de encuentro (presencial o a distancia) entre diversas personas unidas por una misma inquietud: la literatura; es decir, en principio —y no es mi intención parecer pelotudamente redundante... o quizás sí—, un taller literario es un grupo humano cuyo denominador común es el interés, el amor o la pasión por las letras. ¡Eureka!
Evidentemente, el concepto de “taller literario” no se agota en el mero hecho de compartir el gusto o afición por la literatura —de lo contrario, una tertulia entre escritores, un congreso de poesía transexual o una orgía de novelistas embarazadas, podrían considerarse como talleres literarios, y, claramente, no lo son—, pues son varios más los requisitos que le dan a un taller de literatura la calidad de tal.
Así, otra característica de los talleres literarios a considerar es su estructura interna y organización —muy simple, por lo demás—, conformada fundamentalmente por un determinado número de alumnos (talleristas) y un profesor cuya tarea es servir de guía en los procesos de aprendizaje y de creación de los talleristas.
De lo anterior se desprende que un taller de literatura es una instancia de trabajo que, si bien nunca debe perder su carácter lúdico, exige cierto grado de disciplina y conducción. No obstante, cabe señalar que la labor del profesor no es la de un catedrático severo, acartonado y erudito, sino la de un simple orientador del aprendizaje y la creación individual, grupal y colaborativo de los talleristas.
A propósito del término “colaborativo”, es importante subrayar que uno de los objetivos que generalmente se pretende lograr con los talleres —y éste no será la excepción— es convertir al grupo humano del comienzo en una verdadera comunidad donde, mediante la comunicación y la camaradería, se trabaje cooperativamente en el aprendizaje teórico-práctico de los saberes y fundamentos literarios que harán a los talleristas mejores escritores.
En cuanto a la finalidad esencial de los talleres literarios, la meta que se persigue y que nunca se alcanza del todo, pues la literatura no es un lugar sino un camino o un río infinito carente de desembocadura, es transformarse en un mejor escritor, corregir pifias, “perfeccionarse” (asqueroso verbo), afinar la puntería literaria, pulir todo lo que haya que pulir y, en definitiva, dominar a voluntad el lenguaje como a una dócil maraca. Hacia ese objetivo apunta también El Telar de las Historias.
Finalmente, en lo que respecta a la metodología de trabajo del taller, ésta será la siguiente: cada jueves, el profesor (o algún voluntario) subirá a este blog un texto expositivo breve sobre algún autor, tema, género o recurso literario, junto a una tarea para los talleristas que consistirá en componer un texto siguiendo las instrucciones o indicaciones que se señalen en la misma entrada. Cada tallerista tendrá plazo hasta el domingo de la respectiva semana para enviar su escrito, el que de inmediato será subido al blog para recibir hasta el miércoles de la semana siguiente la esperada retroalimentación mediante los comentarios del profesor y de los demás compañeros. Esta mecánica se repetirá semana a semana, con el jueves siempre como día de inicio.
En unas horas más, Macarena subirá la primera tarea (la propuesta por Kate) con sus respectivas instrucciones. No duden en comentar si les asalta alguna duda o si algo no quedó lo suficientemente bien explicado.
4 comentarios:
Tengo unas consultas na' que ver: ¿todos hablamos "chileno"? Más que nada para ver si puedo usar o no algunos chilenismos, o de lo contrario, español neutro. La otra consulta es si todos tenemos blog personal, para leerlos.
Claudia si vas donde dice contribuyentes salen todos los participantes y ahi te saldrá el blog. No todos somos chilenos.
Que bien, está todo clarísimo.
Yo soy de las que habla chileno.
mi blog actual no es blogger sino wordpress, así que no aparece en mi perfil. si os apetece leer mis pajeos neorrománticos, hagan click en friaciudadenllamas xD
Tito.
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