viernes, 8 de julio de 2011

Leyendas urbanas

Para esta nueva actividad vamos a leer un poco sobre lo que es la leyenda urbana. Wikipedia define la leyenda urbana como “… relatos pertenecientes al folclore contemporáneo que, pese a contener elementos sobrenaturales o inverosímiles, se presentan como crónica de hechos reales sucedidos en la actualidad. Algunos parten de hechos reales, pero éstos son exagerados, distorsionados o mezclados con datos ficticios. Circulan a través del boca a boca, correo electrónico o medios de comunicación como prensa, radio, televisión o Internet. Suelen tener como trasfondo una «moraleja»” Leer más aquí.

En estas páginas se pueden encontrar buenas leyendas urbanas en español



Como vemos, las leyendas urbanas van desde cadenas de correo anunciando números milagrosos de celulares, historias de seres fantásticos hasta fantasmas en las carreteras.

La tarea es escribir una leyenda urbana. Puede ser nueva, pueden basarse en una existente y modificarla para que esté acorde con el tiempo actual. La idea es que cumpla las siguientes características

1. Que tenga una base real (pueden tomar un hecho específico como la capa de ozono, la radiación de las plantas nucleares, la globalización, wikileaks etc) 2. Que los hechos tengan una conexión lógica cronológica y social (si hablan de una enfermedad que se esparce misteriosamente, debe haber como mínimo un hospital o un centro de investigación involucrado) 3. Que hagan surgir el temor a hacer algo o a dejar de hacer algo de nuestras actividades cotidianas (la leyenda de los mentos con cocacola)

El plazo para subir esta tarea es hasta el 31 de julio.
 
¡Nos leemos!

ángela

Ángela

Mi mamá llora. Yo no puedo llorar. Quiero consolarla, que me abrace, sentir el calor de sus brazos alrededor de los míos, secarle las lágrimas con mis dedos pero no la alcanzo...

Quiero decirle que no esté triste, que ya no siento nada, que la echo de menos, que echo de menos las noches en que se acostaba a mi lado y me leía mi cuento favorito, las mañanas en que me preguntaba qué quería desayunar, aunque por lo general yo me sintiera tan mal que no era capaz de comer nada...

Echo de menos sus manos suaves bañándome con la esponja, su delicadeza. Echo de menos sus ojos.

Ahora siento dolor. No un dolor físico como antes, otro tipo de dolor, no sé cómo explicarlo. Es como si algo me tirara hacia ella y por otro lado me alejara de ella, es como si algo me desgarrara en dos...

Mi mamá está tan triste y yo estoy triste por ella... quisiera hacer algo.



Susana

Ángela. Ángela. Ángela. Me repito su nombre mil veces mientras la lloro por los rincones. Voy pasando el plumero para sacar el polvo acumulado sobre los muebles, pero... cómo hacer para sacarme el polvo que me cubre el corazón...

No sé cuánto hace desde que no me ocupaba de la casa, de mí... Estos últimos meses han sido terribles, tan terribles... Siento que me duele todo el cuerpo, me siento cansada, agotada, exhausta de preguntarme por qué... por qué ella, por qué mi niña, por qué mi hija... deseando que la enfermedad me hubiera abatido a mí y no a ella, no a mí pequeñita que tanto tenía por vivir... teníamos tantos, tantos planes... no llegamos a ir a la playa como ella quería, se me fue sin llegar a conocer lo que se sentía el caminar descalza sobre la arena...

Tuvimos la intención de llevarla pero, egoístamente, me negué. Llevarla habría significado aceptar el deshaucio, aceptar que ya no había más que hacer, aceptar que se me iba irremediablemente, y eso era algo que mi corazón no podía soportar, que aún no puede soportar... mi niña, mi Ángela, ni angelita... la lloro cada día, a cada instante... por las mañanas, cuando intento que el café del desayuno traspase la barrera en mi garganta le pregunto en silencio qué quiere comer y la recuerdo tan delgadita, tan pálida, tan ojerosa, inventándose desayunos para complacerme. Ella me miraba hacer desde su silla, y yo le servía, le servía lo que ella me había pedido y que jamás podía comerse, pero ambas pretendíamos
que la vida aún era normal. Después de lavar los platos la bañaba. Con cuidado temiendo romperla, temiendo hacerle daño, temiendo que esa fuera la última vez... y por las noches le leía su cuento favorito, aquel en que la princesa vivía feliz para siempre, mientras por dentro me hervía el corazón de rabia y resentimiento porque sabía que mi princesa no viviría para siempre.

Por qué... no lo entiendo, no lo soporto, no quiero... quiero a mi niña conmigo, a mi Ángela...


Ángela

El dolor se ha hecho más fuerte. Estoy tan cerca de mi mamá y a la vez tan lejos y esa luz... algo, algo me atrae. Presiento que si me acerco a la luz este dolor que me desgarra se pasará pero si voy... si voy sé que no volveré a ver a mi mamá... yo sé que ella me siente, ella me habla aún sin verme... y aunque me duela... no quiero dejarla, quiero quedarme con ella, pero la luz, la luz se va apagando, se va haciendo pequeñita y más débil y más lejana... no quiero dejar a mi mamá pero este dolor... la luz...

Susana

Me dicen que la deje ir, que siga con mi vida, que con este llanto y esta pena no la dejo descansar en paz, que si aún siento su presencia junto a mí es mi imaginación o en el mejor de los casos, es su espíritu intranquilo a quien no dejo ir... Mi pequeña, ¿estoy haciendo mal en querer recordarte en cada momento? Daría mi alma por tenerte conmigo un día más, por abrazarte y decirte que te amo,
que fuiste y eres la luz de mi vida, que... sin ti no puedo seguir con mi vida... Siento que la pena me destroza, las lágrimas no me dejan ver y mi corazón no da más de recriminarse... y si hubiera hecho algo más, y si hubiéramos viajado desoyendo a los médicos que dijeron que nada más se podía hacer, y si... tengo tantas preguntas sin respuesta...

Me dicen que siga con mi vida, que haga algo, que no puedo seguir así y yo... yo no quiero dejarla ir... ella es lo único que tengo, lo único que me importa... y me dicen que ya no la tengo, y grito, grito, grito para despertar de esta pesadilla terrible... mi Ángela...

Ángela

La luz... se está debilitando... apenas es un resplandor ahora... el dolor se ha vuelto terrible, como cuando estaba enferma... sé que la luz me sanará pero si voy... si me voy... qué será de mi mamá... pero el dolor... no puedo soportarlo, es demasiado... la luz... mi mamá... la luz... mi mamá... la luz...

Susana

Hoy he dormido en el dormitorio de Ángela, en su cama pequeñita que aún conserva su olor... quieren sacar todo, transformar esta habitación... no quiero... no puedo... no estoy lista... pero dicen que debo dejarla ir, por mi bien... y no puedo soportar la idea de borrarla de mi vida... quiero conservar cada partícula de su esencia, cada una de sus cosas... o debo seguir adelante... no, no quiero...

Ángela

La luz... ha terminado por apagarse. A pesar del dolor he decidido quedarme junto a mamá, aunque ella no me vea, sé que me siente... no fue fácil... tanto dolor por tantos meses... sabía que la luz me lo quitaría, sabía que por fin me sanaría... pero no podía dejar a mi mamá así, sola, sin mí... llorando, triste... me duele pero no me importa... mamá... aquí estoy...

Susana

Hoy vienen a sacar todo de la pieza de Ángela... por fin he decidido dejar descansar a Ángela... he entendido que mi actitud no me hacía bien... he estado viviendo en la ilusión de que Ángela seguía conmigo, en espíritu, si es que eso existe, aferrada a su recuerdo... debo seguir con mi vida, pasar esta etapa y recordar a mi hija como el ser inmensamente especial que fue y que ya no está conmigo ni volverá jamás... seguir adelante... Ángela no está más... debo seguir adelante...

Ángela

La luz... mamá... ya no veo la luz y tampoco veo a mamá... la oigo a lo lejos pero no soy capaz de verla, todo es oscuridad y dolor... me duele... no puedo moverme... busco a mamá, su voz, mi habitación y no encuentro nada, sólo oscuridad... mamá... dónde estás mamá... tengo miedo... me duele...

Susana

La gente tenía razón, apenas me deshice de las cosas de mi hija me he sentido un poco mejor, como si mi vida empezara a rodar nuevamente... me deshice de todo excepto unas pocas cosas que guardé en una caja que me obligo a mirar tarde mal y nunca... porque cada vez que miro las cosas en esa caja me parece oír la voz de mi hija llamándome y preguntándome dónde está la luz... pero guardo todo rápidamente, sacudo la cabeza y me digo que es mi imaginación... de qué luz podría estar preguntándome mi hija... Debo seguir con mi vida, mi hija se ha ido...

Ángela

Mamá... dónde estás mamá... no te veo mamá... ni veo la luz... ayúdame mamá...

domingo, 29 de mayo de 2011

En las vías

A su abuelo lo atropelló un tren, desde siempre ha escuchado esa historia, pero no le da miedo.

Se oye el silbido del tren, todos los niños corren a verlo, ella con ellos. Unos corren para alcanzar a ver la locomotora; otros se ponen a contar los vagones e imaginar lo que hay dentro. Una de las niñas sostiene a su hermanito de la mano y piensa a los lugares que podría visitar viajando en él.

La abuela los toma de la mano y se le llena la mirada de recuerdos.

* * * * *

A mi esposo lo atropelló un tren. A veces lo recuerdo muy claro, como si hubiera sido ayer; otras es una memoria difusa.

Era difícil tener 4 hijos, atender la panadería, cuidar la casa; en ese entonces mi madre estaba enferma y después de cerrar cargaba a Rubencito, y tomaba de la mano a Luisa; María y Elvira con 8 y 9 años habían aprendido a cuidarse solas, me ayudaban a llevar el pan más viejo a casa. Con un poco de suerte lo cenaríamos con leche azucarada, o bien, con un poco de café.

Caminábamos dos kilómetros, cantando y contando cuentos. Seguíamos las vías del tren y llegábamos hasta donde mi madre que en ese entonces estaba enferma, limpiaba su casa y comíamos juntos. A veces llegaba Luis a acompañarnos, tomaba las ganancias de la panadería, cenaba y volvía a salir. A veces daba un beso de buenas noches a los niños, a veces.

* * * * *

Se llama María Luisa y tiene 7 años, toma fuerte la mano de su hermano, esperando que nunca le tema al tren. Todos los días debe cruzar para ir a la escuela, a ratos se aburre, quisiera quedarse en casa a jugar con su hermanito, poder trepar higueras, lanzar la pelota y ayudar a la abuela, empezar a trabajar para que ella descanse.

Cuando sea grande, viajará en tren, conocerá muchos lugares, escribirá libros de todo lo que vea y llevará a su abuela con ella. Le regalará todas las cajas de colores que quiera y nunca más hará que el tren silbe, para que no tenga que recordar que así perdió al abuelo.

La observa recordando y quisiera que fueran buenos recuerdos. Imagina todas las noches que lloró al abuelo, y la piensa enlutada durante años. Imagina el dolor de su mamá al haberle perdido un padre amoroso y le duele la pena de sus antecesoras.

* * * * *

La mayor parte de las veces Luis no llegaba. Él trabajaba en un taller, cuando salía acompañaba a sus amigos a una cantina. Nunca estaba, no estaba ni cuando llegaba a casa.

Esa noche no llegó Luis, y fue la última vez que lo extrañé. No era la primera que faltaba, pero sí la primera que todos hablaron de ello. Había salido del bar discutiendo por unas apuestas de domino, quizá muy tomado, muy enojado o muy distraído buscó el camino a casa por las vías del tren, y no lo escuchó venir. Desde entonces, no lo extraño, la tranquilidad volvió a casa.

Sigo viviendo a un lado de las vías, sigo con la panadería, los hijos se hicieron adultos y los adultos se ocuparon en ese mundo. Ahora tengo a mis nietos tan llenos de sueños.

Quiero que le pierdan el miedo al tren, cuando lo oímos silbar corremos a verlo, a contar sus vagones y formar figuras con el vapor de la locomotora. Los abrazo junto a mí para que se sepan en compañía.

* * * * *

María Luisa teme que la abuela extrañe al abuelo y le toma la mano mientras observan el tren, soñando que viajan juntas y sanan heridas.

Cuando el último vagón desaparece en el horizonte, ellas se sonríen cómplices de haberse ayudado a superar un miedo y una tristeza, que jamás existió.

martes, 10 de mayo de 2011

Dos caras de la misma moneda

En esta ocasión quisiera proponer una tarea de "dos caras". La idea con esta tarea es escribir una historia desde dos puntos de vista. Es decir, se establece una escena, se definen los personajes, se crea la situación, se describe la situación desde el punto de vista de, primero, uno de los personajes, sus motivaciones, su forma de percibir la situación completa, y luego desde el punto de vista del otro personaje. La idea es que le den vida a cada uno de sus personajes de forma parcializada. Tratando de imitar lo que pasa en una situación real antes de conocer la cara de la otra moneda, incluso viviendo y sintiendo diferente frente a lo mismo.

Ejemplo:
Personajes Tomás – Luna

Lugar Apartamento de ambos

Cadena de situaciones - Primer personaje: Tomás está en la casa preparando una cena sorpresa a Luna porque le tiene una noticia muy buena: lo transfirieron en el trabajo y van a irse a vivir a otra ciudad.

Segundo personaje: Luna llega a su casa emocionada porque le tiene otra sorpresa a Tomás: está embarazada y le hicieron un aumento para que se quedara trabajando allí.

 En mitad de la cena (y antes que se hayan dicho las respectivas noticias) suena el teléfono: Luna va al baño y le pide a Tomás que conteste. Es el jefe de Luna, le pregunta a Tomás ¿qué piensa de la buena nueva? Que le dará un aumento a Luna para que puedan vivir bien con el bebé. - Mientras Tomás está al teléfono, Luna sale del baño y ve en una mesita el portafolio de ofrecimiento de su esposo. Sabe que lo van a transferir, y sabe que es el sueño de la vida de él. - Terminan la cena y se van a dormir, sin decirse nada el uno al otro. En la cama, acostados, cada uno piensa qué debe hacer.

Escena final

Se levantan con una decisión tomada y se la dice el uno al otro.
El plazo para subir sus relatos es hasta el 30 de mayo.

(no sé si se entiende la idea... el objetivo es relatar una misma historia desde dos puntos de vista, podemos hacer primero la historia como la ve Tomás y luego la misma historia desde los ojos de Luna, para luego finalizar con la decisión que cada uno ha tomado)

sábado, 30 de abril de 2011

Como caballo de feria

En mi familia (y en mi país) existe un dicho que reza "empezó como caballo de carrera y terminó como caballo de feria". Esto se refiere a las cosas, a todo tipo de cosas, que empiezan muy bien, con mucha participación, mucho ánimo y mucho brío, para luego bajar de "intensidad" y quedar tiradas a medio camino, inconclusas.

Por un tiempo el taller me dió esa impresión. Que habíamos partido como caballo de carrera, con muchos participantes, varias ideas, profesores que nos daban tareas y nos corregían... para luego ir desinflándose. Hubieron "roces" entre participantes, correos privados del tipo "me retiro porque 'X' persona no me gusta", falta de participación porque a algunos no les gustaron las tareas propuestas... en fin, supongo que los problemas que se dan en cualquier grupo humano donde hay intereses que chocan, ideas que no concuerdan.

Y la idea del caballo de feria se me venía a la mente seguido.

También tuve ganas de dejar el taller. No sé. Desilusión, cansancio, mil cosas en mi vida personal... sin embargo las ganas de escribir seguían, las ganas de proponer tareas, de que a la vez me propusieran desafíos, de ver "qué se le ocurrió a la otra persona (aka Kate) respecto al mismo tema, de leer sus comentarios en mi escrito y ver cómo mejorar, qué corregir... esas ganas me pudieron más. Y seguí. Ambas seguimos. Y ya ha pasado más de un año.

Personalmente siento que la dinámica ahora es mejor que al principio. Somos pocas, sí, y hay gente que ha pasado dejando uno o dos escritos y otros que han pasado sin decir ni pío, pero las piedras angulares, esas seguimos (jeje esto suena a secta). Hay veces en que los plazos no se cumplen pero tampoco nos presionamos en exceso, sabemos que ambas estamos ocupadas en otras cosas y que apenas podamos le daremos un poquito de tiempo y atención a nuestro taller. Por mi parte, el taller es algo que siempre tengo en el subconsciente: qué ideas proponer, cómo trabajar el tema ya propuesto, qué escribir que sea novedoso, que signifique un desafío para mí... a veces me paso muchos días pensando en la tarea propuesta. Se me vienen muchas ideas a la cabeza que voy descartando, o que voy trabajando y antes de escribir algo ya tengo más o menos encaminada mi idea, después de tanto pensar. Y me gusta este ejercicio, me gusta este compromiso conmigo misma y con Kate y con quien sea que esté de paso en el taller o que haya venido para quedarse.

Quizás lo que se me hace más difícil a mí es la tarea de "corregir". Obviamente no soy una profesional de la literatura y mis sugerencias suelen ser "al ojo" y desde mi impresión personal, como lectora. Pero más allá de eso... creo que el taller funciona bien. Ya no tengo esa sensación de que partimos bien, como caballo de carrera, para acabar mal, como caballo de feria. Al contrario, siento que es al revés, que empezamos como caballo de feria, arrastrando un montón de cosas que por el camino se fueron cayendo y ahora vamos como caballo de carrera, cabeza alta, orgullosas, con un trote impecable, con nuestro trote, mejorando día a día. Esa es mi impresión después de un año de taller y no puedo terminar sin agradecer a mi compañera de siempre Kate (y a quienes han pasado por aquí temporalmente como escritores o lectores) por esta maravillosa experiencia que espero siga durando mucho tiempo más.

viernes, 29 de abril de 2011

Un año de taller

Hace poco más de una año que empezamos con el taller literario y ciertamente son muchas las razones que me motivan para continuar.

Al principio la dinámica contaba con la presencia de un profesor que nos proponía las tareas y nos corregía y comentaba nuestros escritos. Esta era una buena forma de verificar qué tanto comprendíamos las instrucciones y qué tan bien las aplicábamos.

También participábamos dejando el comentario en el trabajo de nuestros compañeros. Esta dinámica cambió cuando los profesores se retiraron, pero fue un cambio beneficioso. Ahora, aparte del reto de planear la escritura, tenemos el reto de planear una tarea. Ser profesor y alumno al mismo tiempo no es fácil, sin embargo, evitamos la parcialidad permitiendo que todos propongan diversas tareas y cumpliendo con ellas.

Para mí ha sido una experiencia muy grata porque no sólo he tenido un espacio donde practicar, sino que he tenido un espacio para conocer personas que, como yo, se comunican a través de la escritura y están interesadas en mejorarla. Son personas de varios países y esto aporta una riqueza cultural que no podría obtener en un taller literario local.

Además, también está el reto de idear historias nuevas, emocionantes, que se superen con el tiempo, que impacten, que emocionen. Esto hace que con cada tarea la imaginación vuele a niveles insospechados y resulten productos que nunca habría imaginado escribir.

Siento que, aunque no esté al nivel de los más grandes escritores, he mejorado con la práctica. Es emocionante imaginar qué propondrán, qué pensarán mis compañeros y qué puedo escribir que sea sorprendente, novedoso y a la vez claro.

Aunque en algunas ocasiones hemos estado a punto de abandonar, siento que me ha inspirado mucho la presencia de mis compañeras que han estado ahí, siempre comprometidas con esa idea nacida hace ya un año y que espero continúe por mucho más tiempo.

lunes, 11 de abril de 2011

Reflexión

A un poco más de un año de iniciado el taller sería bueno hacer una retroalimentación y una pequeña reflexión sobre lo que nos ha parecido esta experiencia, lo que hemos mejorado, lo que sentimos que nos falta por mejorar, las ideas que se nos han ocurrido pero por una u otra razón no hemos propuesto etc.

La idea es que esta reflexión personal, este pequeño examen, nos sirva para ver el estado en que estamos en el taller y ver qué camino le podemos dar ya con las personas que están comprometidas y las que en adelante quieran ingresar.

Tenemos hasta el primero de mayo para subir los escritos. Voy a dejar algunas tareas en borrador para irlas subiendo después de terminar las otras.

¡Nos leemos!

viernes, 8 de abril de 2011

Secuestrado

He sido víctima de secuestro en mi propia casa. Fue tan sutil que no me di cuenta y apenas el día de hoy, como si un tren me pasara encima, me descubro en esta situación por demás penosa.

Creería que todo empezó hace 14 meses, pero creo que fue mucho más atrás, con Adriana.

Adriana era bonita, tenía unos dientes blanquísimos contrastantes con el tostado tono de su piel, cabello negro y unos ojos donde, en algún momento pensé en quedarme. Salimos durante 7 meses antes que comenzara con sus preguntas incómodas: “¿Qué somos?”, “¿Cuándo me presentas a tus padres?”, “¿Me acompañas a una fiesta?”.

Simplemente sentí que me quería echar una correa encima y tenía que salir de ahí. Le escribí una carta explicándole, muy torpemente, mis razones para no poder continuar con ella y seguí con mi vida tratando de no recordarla. No recordarla era muy difícil ya que, tratando de inmortalizar su mirada había colgado en el pasillo de mi departamento una fotografía de sus ojos.

Ahora, mientras escribo esto pienso mucho en Adriana, debí haberle dicho lo que quería escuchar, ir en Navidad con mis padres y la siguiente con los suyos; quizá ahora podría tener la libertad tan siquiera de escoger un programa en el televisor.

Pasaron algunos años, y algunas más, pero nada memorable. Hasta Sandra.

Con Sandra las cosas fueron muy diferentes, fue ella quien estando en la línea del banco me invitó a tomar un té, y después me dejó plantado. Quizá fue por orgullo que regresé al mismo banco todos los días a la misma hora durante un mes. Al mes exacto me la encontré de nuevo, me envolvió con su perfume, sus labios pintados de rojos y su minifalda. Al poco tiempo me convertí en su juguete, me traía como una pelota de un lado a otro, estaba siempre dispuesto a ella y al tiempo que quería regalarme. Hace 14 meses pregunté: “¿Qué somos?”.

Lo que pasó después, a pesar de ser durante más de un año, no lo noté. Fue como la vieja técnica del caballo de madera en Troya. Sandra llegó con una caja que dejó en un rincón del departamento, no la noté.

Después fueron las velas en el baño, bonito toque, pensé.

Y hoy, 14 meses después de mi pregunta, el caballo de Troya ha sido abierto y ha dejado a su paso cortinas, mantelitos de bambú, vasos de cristal, floreros, inciensos, portarretratos y tres diferentes vajillas que se utilizarán dependiendo el evento.

Hoy estoy secuestrado en mi propia casa, o lo que creía mi casa. No reconozco la decoración, ni el mobiliario, el frasco de café fue reemplazado por una caja de té, en el televisor siempre hay telenovelas; las harinas, la carne y las grasas son un recuerdo lejano.

Y pienso en Adriana, en todo lo que perdí por miedo a terminar así. Pienso mucho en ella y busco su imagen en el pasillo, pero ahora sólo se encuentra un clavo vacío.

domingo, 3 de abril de 2011

En serie

Soy un asesino desde que tengo uso de razón. A los cinco años me deleitaba matando moscas, sacándoles las alas primero, mientras las veía arrastrase con el líquido verdoso que les corría por sus espaldas diminutas. A los siete años asesinaba ratones, ranas y ardillas, animales pequeños e insectos grandes, lo que cayera en mis manos. Los viviseccionaba y los miraba morir desangrados. Les quitaba los pequeños órganos, los corazones aún latientes, con la precisión de un cirujano.

Ni los castigos de mi madre ni las palizas de mi padre consiguieron quitarme este vicio, pero me enseñaron a ocultarlo, a perfeccionar mi técnica y a esconder todas mis huellas.

Jamás lo he considerado un crimen. Quizás me tachen de frío, de animal... prejuicios todos hechos por una sociedad débil, sociedad en la que sólo los más fuertes deberíamos sobrevivir.

Con los años tuve que aprender a contenerme, sin embargo, no podía ocultar mi regocijo cada vez que podía ver sangre nuevamente: un gatito callejero me servía, un cachorro de perro abandonado era la víctima perfecta. Aprendí a sacar ojos en menos de un segundo, a desollejar mientras el animalejo se retorcía en mis manos, a deshuesar casi sin cortar vasos sanguíneos.

Mis intereses me llevaron por el camino obvio a estudiar medicina. Era el orgullo de mi familia. Ese chiquillo travieso y malo se había convertido en un hombre de bien, en un hombre que algún día alcanzaría el prestigio, que pondría el apellido de la familia muy alto. No tenían idea de mis verdaderas intenciones, de mi fascinación por cortar, por ver músculos, sangre, carne, grasa, por experimentar.

Por las noches me iba a la cama leyendo sobre médicos famosos con mis mismos intereses. Oh, que habría dado yo por haber vivido en la Inglaterra antigua, por haber sido yo el llamado Jack el Destripador. Soñaba con Josef Mengele y sus experimentos, me extasiaba imaginándolo en los campos de concentración con la absoluta libertad de elegir a sus víctimas, el ángel de la muerte, cómo me habría gustado estar a mí en su uniforme, en sus zapatos, sosteniendo su bisturí y sus jeringas. Jamás habría sido tan estúpido como Harold Shipman, jamás habría asesinado a alguien por que me caía mal o para quedarme con sus pertenencias... lo mío venía más por el lado de la curiosidad, una curiosidad que nunca se satisfacía, que a más sangre se volvía aún más sedienta.

Pensé que en la universidad, una vez teniendo acceso a cadáveres, me iba a sentir satisfecho. Pero no. Lo mío era algo más. Descubrí que mi placer estaba en explorar a la víctima viva, tal como las moscas, ratones y gatos callejeros. No sentía interés en diseccionar cuerpos inertes que no oponían ninguna resistencia, que al cortar no sentía ningún tipo de calidez en mis manos, que al descuerar no sentía su mirada de terror clavándose en mi sonrisa.

Continué con perros, gatos y lo que cayera en mis manos, sin embargo... sin embargo algo me faltaba... después de cada pequeña víctima sentía un vacío que no podía explicar, un anhelo que no conseguía sastisfacer.

Fue entonces cuando empecé a pensar en víctimas humanas.

Asesinar a un humano... ¿sería capaz de hacerlo? ¿Me fallaría el pulso en el último instante? ¿Me arrepentiría?

Estuve dándole vueltas al asunto por muchos meses. Meses en los que no toqué un sólo animal. Temblaba de sólo pensar en mis manos en un cuerpo humano y cual drogadicto que se abstiene de su droga, sentía los escalofríos recorrerme el cuerpo.

Un humano era una cosa más seria que un perro de la calle, aunque yo, sinceramente, no veía demasiada diferencia, pero a un perro pulgoso y mugriento nadie lo echa de menos, hasta se alegran de que haya desaparecido y nadie hace preguntas, con un humano es distinto.

Finalmente me decidí y empecé a mirar quien podía ser mi primera víctima. No podía ser cualquiera. La virginidad sólo se pierde una vez. Tenía que ser alguien especial.

Luego de unas semanas me decidí por fin: Ana, una estudiante de medicina que iba en segundo año. Había hablado un par de veces con ella, nos saludábamos por los pasillos, pero nada más allá. Ana era hermosa, de piel de un tono cremoso, pelo castaño rojizo y buenas tetas. Lo único que no me gustaba de ella eran las pecas que tenía por toda la nariz y las mejillas. Fueron las pecas las que me decidieron a escogerla.

Miré sus horarios y la seguí varias veces a su casa sin que ella se diera cuenta. Vivía no lejos de la universidad, en una casita esquina en un barrio de clase media con un patio de muro bajo que no me costaría nada escalar. No sabía si vivía sola, así que me fui a espiar en horas que robaba a mis clases de estudiante de último año a ver si alguien más vivía ahí, pero nunca vi a nadie más.

Tres semanas más tarde, un día miércoles por la noche, dí el golpe.

Como sospechaba, no me costó nada entrar a su casa. Llevaba un gorro de goma atado con cinta adhesiva al casco para no dejar pelos que me acusaran, así como tela adhesiva sobre las cejas. Me había depilado el cuerpo completamente. Encima de la cara me puse una máscara una vez había entrado en la casa. El corazón me latía a mil por hora.

No me costó entrar al living. Era una sala pequeña del tipo living-comedor y cocina, todo en un ambiente. Sobre la mesa de centro habían tres velas que despedían olor a vainilla. Sobre un mueble lleno de vasos y copas, una fotografía de Ana y una pequeña niña muy parecida a ella. En ese momento pensé que era su hermana. Me dirigí a la cocina y busqué en los cajones. Había pensado en llevarme mis instrumentos de cirugía pero entonces pensé en el típico y definido corte que deja un bisturí y pensé que iba a ser mejor usar lo que Ana tuviera a mano, además de añadirle emoción, haría parecer todo un crimen normal y las sospechas jamás se dirigirían a nadie de la facultad.

En la cocina ví una caja con juguetes. Mierda. ¿Vivía la niña ahí o eran para cuando fuera de visita? Revisé los juguetes sin hacer ruido: una muñeca con un solo ojo, un tren de piezas de duplo en rojo, azul, verde y amarillo, unas tacitas plásticas de color rosado con flores amarillas... había también una pelota pequeña de tela que tomé. Podía servirme si todo salía según mis planes.

En uno de los cajones encontré cuchillos. Escogí uno mediano de buen filo. Sobre el mesón había un martillo y algunos clavos. Pensé en usar el martillo, pero luego pensé en la sangre salpicando mi ropa, así que lo dejé, pero tomé un clavo puntudo y me lo metí al bolsillo. Sobre el mesón había también una caja de té abierta y una caja de leche vacía. Me quedé en silencio escuchando. Si el té era reciente, quizás Ana estaría despierta, pero no veía tazas alrededor. Con pasos sigilosos me dirigí al interior de la casa.

Encontré un dormitorio vacío con una cama pequeña y rosada y muñecas sobre el cobertor infantil. Una foto de la misma niña sentada en un caballo de madera, sonriente y despeinada, coronaba la cabecera de la cama.

Al fondo del pasillo, vi una puerta y una luz azul filtrándose por debajo. Me acerqué con cuidado. Miré mi reloj. Eran pasadas las cuatro de la mañana. El pulso me latía con fuerza en el cuello. Apreté en mis manos el cuchillo. Me sentía poderoso. Me sentía invencible.

Abrí la puerta despacio, sólo lo suficiente para mirar por una ranura. El televisor estaba encendido y en silencio, con un programa de trasnoche. Ana dormía en su cama, de lado, se había destapado una pierna. Usaba una camisa de dormir de color claro. A través de la tela delgada se le notaban los pezones erectos. Recordé que también la había escogido por sus buenas tetas.

A los pies de la cama estaba su ropa. Un pantalón de mezclilla, una camiseta y un sweater. En la cintura de los pantalones había una correa de cuero, que saqué. Con el cuchillo bien afirmado me acerqué a Ana. La miré un buen rato. Olí su perfume. Miré su pelo suelto por la cama. Volví a mirarle las tetas. Por un momento pensé en darme la vuelta e irme pero entonces Ana se movió y como un resorte, impulsado quizás por el miedo, salté sobre ella y le tapé la boca. Ana abrió los ojos y me miró con terror. Creo que no me reconoció. Empezó a gemir y a mover la cabeza en sentido negativo. "Shhh" fue lo único que le dije. Busqué en mi bolsillo y encontré la pelota de tela. Le presioné el cuchillo en el cuello y le hice gestos de que abriera la boca. Lo hizo sin chistar. Le metí la pelota lo más que puse. Le provocó arcadas pero luego de unas cuantas, se quedó quieta.

La cama de Ana era de esos catres antiguos con cabecera de bronce. Amarré sus dos manos con la correa, muy firme, y la até a la cama. Con una bufanda le até el pie izquierdo y con un pañuelo el pie derecho. Ana era mía. Sentía la sangre burbujear en las venas de placer, puro placer.

Le subí la camisola a Ana, exponiendo su sexo velludo. Le pasé mi mano enguantada por el clítoris. Me habría gustado arrancárselo de raíz a ver cuál era su reacción, pero me contuve. Quería disfrutar el momento lo más posible.

Tomé el cuchillo y le rajé la camisola por el medio. Ah, sus exquisitas tetas. Pensé en cortarle los pezones por el borde de color oscuro, extraerle el tejido mamario. Ana cerraba los ojos y se retorcía e intentaba gimotear más fuerte. Sus sonidos resonaban en mis oídos y me dí cuenta de que no podía hacerle todo lo que habría querido sin ser descubierto. Decidí cortarle la yugular, un corte limpio y fino que la fuera desangrando de a poco, mientras yo continuaba mi trabajo.

Esa noche, oh, esa noche fue del éxtasis más puro, del orgasmo más intenso. Una vez debilitada, Ana no opuso resistencia y no tuve problemas en practicarle las mil cosas que tanto tiempo llevaba soñando. Cuando dejé la casa, dos horas más tarde, ya no latía el pulso en su muñeca ni fui capaz de encontrar los latidos de su corazón.

En mi casa me bañé y lavé mi ropa y me acosté. Pensé que no iba a poder dormir de excitación, pero apenas puse la cabeza en la almohada, dormí casi 48 horas.

Hoy domingo me llamó un compañero de universidad. Le dije que había estado un poco agripado, por eso no había ido a clases, pero que mañana sin falta iría. Me contó de Ana, de que el viernes alguien la encontró porque le correspondía quedarse con su hija ese fin de semana y dió el aviso a la policía y a la universidad. Me contó de los horrores que le habían hecho mientras yo escuchaba en silencio, con una sonrisa en mis labios. "No te preocupes de decir nada" me dijo mi compañero, "yo también quedé en shock".

Pensé que asesinar a Ana iba a dejarme más tranquilo, iba a calmar este hervor que siento por dentro, pero me doy cuenta de que no, de que esto recién empieza, de que siento más sed que nunca. Me doy cuenta de que nací y siempre seré un asesino, un asesino en serie, y no hay nada que me cause más placer que el dolor de mis víctimas mientras mi cuchillo las secciona.

Espero con ansias ir a clases mañana, oír los detalles macabros y ver si alguien tiene idea de qué fue todo lo que el asesino le hizo a Ana. Me pregunto si alguien sabe que antes de que se desangrara completamente, le quité todas y cada una de sus pecas con la punta del clavo.

viernes, 1 de abril de 2011

El secreto

Estaba sentada sola en el tren mientras pensaba la vida que había dejado tras de sí. Revolvía su té distraídamente, enfriándolo, sin tomar, sin dejar de revolver. Su mano estaba desconectada de su mente, su mente desconectada de su cuerpo.

Sabía que le tomaría tiempo olvidar su rostro, su sonrisa, sus caricias, su perfume. Pero también sabía que la separación era el único camino. Aquella fotografía que había encontrado, accidentalmente, en su portafolio la había inquietado. Sólo ahí vino a conocer a su hermana gemela, desaparecida hacía tiempo. Y nunca más él le volvió a mencionar el tema. Y ella nunca más volvió a ver la foto.

Ella sabía que había muchos detalles que simplemente estaban fuera de lugar, por ejemplo, las velas que encontró escondidas entre sus cajas de zapatos un día cuando le dio por hacer una limpieza profunda. Supuso que planeaba una noche romántica, pero como dicha noche no llegaba, se empezó a preguntar si no la planearía para otra más.

Sin embargo sus sospechas eran infundadas, simplemente él nunca le dio motivos para sospechar que en su vida había otra. Su trabajo lo consumía por completo. Y los fines de semana, muchas veces tenía que dejarla para ir a la oficina. Claro, ella no era tonta, y algunas veces lo seguía sin que él se diera cuenta. Efectivamente, se dirigía a su oficina, al igual que sus otros compañeros. Y allí se quedaban, hasta tarde. Ella sólo veía entrar y salir a las personas de seguridad y a las personas del aseo. También salían grupos de ejecutivas que al parecer iban a almorzar y luego volvían, pero nunca salía su marido. No había ningún indicio que él tuviera a otra.

Fue por culpa de un clavo que toda la verdad salió a la luz. Una noche tarde, mientras esperaba que su esposo saliera de una de sus interminables reuniones nocturnas, ella decidió entretenerse y hacer arreglos caseros. Decidió colgar un cuadro que pensó se vería bonito en el corredor, pero el martillo parecía no querer obedecerle y golpeó la pared. El clavo saltó, rodó y se cayó por una rendija del suelo de madera. Ella alcanzó a verla y procedió a tratar de abrirla. Se sorprendió que levantara fácilmente y la sorprendió aún más lo que vio. Envueltos en una manta, una serie de DVD’s con carátula blanca. La curiosidad fue bastante, razón por la cual se dirigió a la sala, abrió el mueble que guardaba el gran teatro en casa, con su televisor de alta definición e insertó el primer DVD.

En un primer plano aparecía una oficina. La silla de cuero, el escritorio y alguien rubio amarrado dando la espalda a la cámara. Una mujer entra en escena, sosteniendo una correa y diciendo palabras sugestivas. Está vestida de ejecutiva y camina un poco torpe con tacones altos. Ella pausa el video y piensa de quién podrá ser. Además, parece que antes hubiera visto a esa mujer. Continúa la reproducción del video.

La mujer empieza a quitarse la ropa, y revela una masculinidad escondida y pronta a jugar. Ella se sorprende. ¿qué hace esto en mi casa? ¿quién trajo esto a mi casa?.
El video continúa, otras mujeres entran en escena, Mujeres que poco a poco revelan su masculinidad. A ella se le hacen conocidas, pero no logra identificar. No logra entender.

La estocada final llega cuando revelan la persona misteriosa escondida tras la silla. Una mujer rubia, de mirada clara. La mujer de la foto. La hermana de su esposo. ¡No está muerta! Pausa el video, se acerca al televisor, trata de recordar. Ahí están, cabello rubio, ojos grandes. Con más curiosidad continúa reproduciendo el video.

Los otros hombres disfrazados de mujeres hacen una danza ritual alrededor de la mujer atada a la silla. Poco a poco la desviste y revelan otra masculinidad escondida. Ella salta de la silla. No lo puede creer. ¿Qué está pasando?

De repente, la realidad la golpea como un rayo. Reconoce al grupo de mujeres. Son las ejecutivas que salían de la oficina de su esposo. Obviamente un poco más alocadas, pero definitivamente eran ellas. Pero si eran hombres… eso quería decir que las llegadas tarde, los trabajos de fin de semana, las reuniones con los colegas… ¡no podía ser! Era su imaginación.

Decidió ir a enfrentar a su esposo. ¡No podía ser! Entró a su oficina sin avisar y lo que vio confirmó todo lo que había estado pensando. En la mitad de la oficina se encontraba la mujer rubia, llevaba un vestido traslúcido que dejaba ver toda su masculinidad. Abrió los ojos como platos y trató de musitar palabra, pero estaba petrificado. Ella sólo pudo dar la vuelta e irse de allí.

Tomó el tren que la llevara lo más lejos posible de él. Sentada en su cabina, revolvía el te distraídamente y no pudo evitar dejar aflorar las lágrimas cuando sus ojos se posaron en la pelota y el caballito de madera. Los primeros regalos que compró cuando, horas antes, se enteró de la buena noticia. Aún no sabía el sexo del bebe, pero supuso que no sería problema. Son juguetes que sirven a cualquier niño. Lo más emocionante iba a ser ver la cara del orgulloso papá cuando ella le contara.

martes, 15 de marzo de 2011

Cosas comunes

Para la siguiente tarea propongo el tema: cosas comunes.

El relato es de estilo libre pero debe contener todos los elementos "comunes" propuestos en los comentarios. Cada participante propondrá 5 elementos y se debe hacer un relato con el total de todos ellos.

Los elementos o cosas comunes pueden ser por ejemplo: una casa, un perro, un automóvil, etc.

Espero que la tarea tenga buena acogida a ver si retomamos de nuevo el taller. El plazo propuesto es de 4 semanas (hasta el 15 de abril), pero ojalá lo antes posible.

Saludos.

domingo, 2 de enero de 2011

Una navidad

Una navidad sucedió y una navidad nos enteramos. Ella lo quería tanto, lo protegía, era incondicional. El también la quería, era su pequeña sombra. Aún mucho después de que crecieron se veía esa complicidad… nunca nos habríamos imaginado.

Pero mejor empiezo por el principio. Yo había ido a visitar a mi abuela, como todas las navidades, puesto que era tradición que todos nos reuniéramos en su casa. Era una vieja casa victoriana, con un porche amplio, techos altos y revestidos en madera. Era una casa muy antigua y muy bella.

Lo mejor de esa casa era el bosquecito que la rodeaba. Cuando mi abuela tuvo a mi mamá, decidió que con seis hijos, la ciudad no sería un buen escenario de crianza. Por esta razón habló con mi abuelo y decidieron venderlo todo y mudarse al campo. Compraron una pequeña hacienda rodeada de un bosque y que colindaba con un pequeño riachuelo que bordeaba la propiedad.

Con mis primos jugábamos mucho al escondite en el bosque. Los adultos nos decían que no nos alejáramos mucho, y trataban de asustarnos con historias de duendes y brujas, pero nosotros teníamos un espíritu aventurero que sólo niños de 10 años pueden tener y el bosque era nuestro territorio inexplorado. Lo que más nos gustaba del bosque eran los misteriosos pinos altos y la piedra grande que hacía las veces de mirador en una de las partes más altas del bosque. Desde allí se podía ver todo el bosque, el pueblo y mucho más allá de las vías de la recién construida línea de tren.

Ese diciembre al que me refiero no fue particularmente agradable. Todos tenían miedo, y con justa razón. Por esos días habían aparecido varias personas asesinadas y se rumoreaba que era culpa de un convicto que había escapado de la prisión de un pueblito cercano. Claro está, los adultos no nos dejaban ir a jugar al bosque, si salíamos debíamos estar acompañados y casi todas las actividades se hacían dentro de la casa.

Fue el 22 de diciembre que a Lorena, la prima mayor, se le ocurrió la idea de fugarnos un ratico mientras los adultos iban al pueblo a comprar varias cosas para la cena navideña. La estadía de tantos días en la casa de la abuela, sin poder salir, nos había acumulado demasiada energía. A pesar que corríamos todo el día por esa vieja casa, la necesidad de libertad, de aire fresco era mucho mayor, por eso no fue muy difícil convencernos que era una buena idea. Como nos dejaron con la tía Mary y el tío Paco (la una estaba vieja y sorda, el segundo se la pasaba todo el día frente a su televisor viendo las carreras de caballos y discutiendo porque en su tiempo los jinetes eran mucho mejores que esos “chiquillos aficionados de hoy en día”) no fue muy difícil salir sin que ellos notaran nuestra ausencia.

Ya dije que Lorena era la mayor. Tenía doce años y era la única hija de mis tíos. Era una de mis primas preferidas porque era una persona con mucha imaginación, nos contaba historias de fantasmas, hadas y duendes, nos enseñaba juegos nuevos y divertidos y siempre sabía mucho más de todo que el resto de nosotros. Era una hermana mayor porque nos protegía a todos, como si fuéramos sus propios hermanos. A pesar que sólo nos veíamos en las vacaciones de diciembre, y en algunas ocasiones en las vacaciones de fin de curso, siempre podíamos hablar con ella como si no hubiera pasado un solo día desde la separación. Lorena tenía una imaginación bastante grande y fue ella quién nos enseñó que podíamos jugar al escondite en el bosque, pretendiendo ser animales fantásticos con nombres propios de un libro de cuentos. Lorena era la reina del lugar y todos la respetábamos porque era una reina justa y buena.

Los segundos al mando eran Louis y su hermano gemelo Leonard, ellos eran dos de los tres hijos de mi tía, viuda de un general del ejército a quién sólo Lorena conoció puesto que murió a los días de que los gemelos nacieran. Ella estaba casada en segundas nupcias con el tío Walter, poeta, músico y escritor, quién nos deleitaba en las frías noches que quedábamos atrapados por las tormentas de nieve. El tercer hermano era tan sólo un bebe, el más joven de la familia, por lo tanto sólo lo veíamos cuando su mamá lo traía en brazos para que la familia lo viera. Louis y Leonard tenían 11 años y eran físicamente grandes, como su difunto padre, por esa razón eran los guerreros de la corte.

Molly era la siguiente en la escala. Molly no era familia propiamente, ella era hija del tío Mick, quién no era hijo de mi abuela, pero ella lo había criado como tal. Con seis hijos, una casa completa y un esposo al que atender, no sé como mi abuela fue capaz de hacerse con otro más. Sin embargo el tío Mick es quién más quería a la abuela, estaba pendiente de ella y la ayudaba con todo. Después de ir a la universidad, el tío Mick se casó con una chica del pueblo y se fue a vivir cerca de la abuela, por esta razón, Molly era la que más conocía el bosque y hacía de guía para todos.

Luego veníamos Camille mi hermana y yo. Yo era mayor que ella, puesto que tenía 8 años y ella 7, y éramos también parte de la tradición de visitar a la abuela en las vacaciones de diciembre. Como éramos los que vivíamos más lejos, los que menos conocíamos los alrededores y los más pequeños del grupo, hacíamos parte del séquito de Lorena. Yo era caballero de la corte y Camille era dama de compañía.

De la corte también hacían parte tres vecinos de la casa de mi abuela. Tom y Julie. Eran casi parte de la familia. Tenían 4 y 10 años respectivamente. Tom era bastante inquieto, pero mi hermana era quien se hacía cargo de él. Julie era la que ponía a pelear a los hermanos gemelos puesto que era muy bella, y ellos siempre querían escoltarla. Había un tercer personaje que aparecía muy de vez en cuando. Se llamaba Rick y era el hermano mayor de Tom. Ambos eran hijos de una pareja que era muy pobre. Rick era bastante dominante y aunque ya trabajaba para ayudar a su familia, a veces venía y jugaba con nosotros. El problema era que siempre terminaba peleando con Lorena. En esa época no entendía por qué ellos siempre peleaban. Lorena era la reina, eso lo sabíamos, pero cuando Rick llegaba, decía que siempre debía haber un rey. Y ahí empezaban las peleas. Varias veces habían llegado a los puños y los gemelos tenían que intervenir para separarlos. Lorena era una persona muy calmada, pero Rick sabía enojarla. Ahora veo las cosas tan claras, pero en esa época yo era sólo un niño y no podía entender muchas cosas.

Ese día salimos todos a jugar y en el camino nos encontramos con Tom y con Julie. Lorena siempre había sentido un cariño muy especial por Tom, al ser el más pequeño, lo llevaba en brazos y siempre lo protegía, más que a todos nosotros. Tom apenas estaba aprendiendo a hablar, y casi nunca entendíamos lo que decía. Lorena era la única que lo entendía, por eso congeniaron tan bien. En fin, ese día salimos a jugar y como siempre, nos adentramos en lo profundo del bosque, hasta la piedra mirador que era el palacio de la reina. Desde allí, mirando hacia la pared de la montaña, alguien empezaría a contar y todos saldríamos corriendo a escondernos. Jugamos un rato al escondite y luego empezamos a jugar al palacio, los guerreros decidieron irse a verificar el perímetro, yo encontré unas tizas olvidadas en un hueco de la roca y empecé a dibujar y decorar el palacio de la reina, dibujaba sobre lo que el hielo dejaba y trazaba figuras que recrearían palacios de cuentos de hadas. Tom se entretuvo jugando con una ardilla que se internó en el bosque y Lorena fue tras él para que no se perdiera o se hiciera daño. Mi hermana estaba jugando con bolas de nieve con Julie y Molly. En este momento pienso que si tan sólo no nos hubiéramos separado, nada de aquello habría pasado. Pero el destino es incierto y las cosas pasan más rápido de lo que uno planea, completamente fuera de nuestro control.
En mi mente todo parece haber pasado en menos de unos minutos, pero sé que fueron unas dos horas mientras terminaba de dibujar cuando empecé a notar la prolongada ausencia de Lorena. Las niñas habían dejado de tirarse bolas de nieve y se habían entretenido armando un muñeco de nieve. Los gemelos habían llegado hacía una media hora y estaban abriendo una brecha para deslizarnos por una colina que se inclinaba desde la piedra. Poco a poco nos dimos cuenta que Lorena y Tom no regresaban y empezamos a buscarlos.

Creo que pasaron unos cuarenta minutos antes de escuchar ese grito desgarrador y correr en dirección a él. El grito provenía de la parte más espesa del bosque, cerca a una cañada que desembocaba en el río que por allí pasaba. Cuando logramos llegar, encontramos a Lorena blandiendo una rama frente a un señor que nunca habíamos visto, lo había golpeado y el hombre yacía en el piso, semiinconsciente. No entendía que pasaba, pero podía ver a Lorena, con su vestido rasgado, su ropa interior al aire, el cabello lleno de nieve y visiblemente nerviosa. Soltó un grito desgarrador y tortuoso: “Ese hombre me quería violar y acaba de matar a Rick”.

Las siguientes horas pasaron como un sueño. En mis recuerdos sé que en ese momento llegaron más personas, nuestros familiares y vecinos que habían acudido en cuanto escucharon el fuerte grito, que yo pensaba era de Lorena. Al mirar por el barranco, abajo en el río yacía el cuerpo de Rick, desfigurado por la caída. En ese momento sentí que las piernas me flaquearon y alguien me apartó de allí. Rápidamente nos condujeron a la casa, a Lorena se la llevaron para la estación de policía y nosotros fuimos a dormir luego de que nuestros padres se aseguraran que estábamos bien.

Ese 23 de diciembre fue extraño. El ambiente de la casa era de celebración, por la vida de Lorena, pero también había mucha tristeza en el aire. Rick había muerto y cuando Lorena contó la historia a los mayores (los pequeños no estábamos presentes, pero yo me agazapé en la puerta para escuchar) todos tuvieron un fuerte escalofrío.
Mi prima estaba aún saliendo de su estado de shock, tenía varios magullones y un ojo morado, como si la hubieran golpeado. Las heridas de arañazos en sus piernas, las que vi cuando llegué al risco, estaban ocultas bajo sus faldas, pero ella se tocaba, para disminuir el dolor. No entendía qué había pasado, yo sólo era un niño. En ese entonces no comprendía por qué querían hacerle daño a Lorena, era una niña buena, atractiva e inteligente. ¿Quién querría dañar a una persona así?

Lorena estaba jugando con Tom y con la ardilla y no se dio cuenta todo lo que se adentró en el bosque. En un momento dado, Tom salió al claro que se encontraba frente al risco y Lorena corrió para evitar que se fuera a asomar y posiblemente caerse. En ese momento, sintió un empujón por detrás y cuando unas manos le dieron vuelta, vio que un hombre extraño estaba encima de ella y que empezaba a tocarla. Lorena describió la cara del hombre con palabras que, cuando comprendí, me hicieron estremecer: “el hombre tenía una mirada oscura, perdida, sus labios no dejaban de moverse y salivaba como un perro en celo”. En ese momento Lorena empezó a llorar. Entendí que el hombre había logrado arrancar su vestido y había llegado a su ropa interior cuando, de repente, se movió hacia un lado, como si lo hubieran empujado. En ese momento vio a Rick, que se abalanzaba sobre él, y que empezaban a forcejear. Lorena sólo atinó a agarrar a Tom y una rama de un árbol. Rick intentaba golpear al hombre, pero en un momento dado, el hombre, mucho más fuerte, lo alzó por el costado y la pierna, y lo lanzo hacia el abismo. Ahí me di cuenta que el grito había sido de Rick, no de Lorena. Lorena entonces blandió una rama y aprovechando que el hombre se hallaba un poco distraído, lo golpeó, dejándolo inconsciente, fue cuando nosotros llegamos y el resto era historia. Lorena no dejaba de llorar y decir: “Pobre Rick, yo siempre lo traté mal y él me ayudó cuando más lo necesité ¿Por qué tuvo que morir por mí?”

El hombre había sido identificado como el asesino convicto que se había escapado. Las autoridades lo condenaron a muerte por el asesinato de Rick, y de varias otras personas y lo mataron el mismo 23 de diciembre.

Esa navidad pasamos en casa de la abuela, agradecidos porque Lorena estuviera viva pero al mismo tiempo apesadumbrados por la muerte de Rick. Como Lorena era hija única sus padres casi siempre la complacían en todo, aún más después de sobrevivir a semejante ataque. Ella pidió quedarse con Tom, que lo llevaran a la casa y lo criaran como su hermano menor. De esta forma quería retribuir a los padres de Rick la pérdida de su hijo. Los padres de Lorena estaban un poco reticentes al principio, pero viendo las buenas intenciones de su hija, accedieron rápidamente a complacerla. Los padres de Tom no opusieron resistencia. Esa familia le daría a su hijo lo que ellos no podrían darles, y además recibirían una renta mensual. Podría decirse que finalmente fue una buena navidad.

Los años pasaron y fuimos creciendo. Aún continuábamos reuniéndonos en la casa de la abuela las navidades, pero evitábamos hablar de lo que había pasado esa navidad. Lorena y Tom eran más cercanos que nunca, sin embargo, pronto notaron que Tom tenía un problema más profundo: había perdido la facultad de hablar. Los años pasaban y Tom no hablaba, lo llevaron donde todos los médicos posibles, le hacían todas las terapias propuestas, pero Tom simplemente no hablaba. Los psiquiatras determinaron que el impacto de ver a su hermano morir de forma violenta había causado la inhibición de sus centros de habla. Sin embargo, decían, menos mal encontró una familia amorosa y una hermana mayor que lo adoraba, puesto que el shock se habría podido extender, causarle depresión extrema e incluso, matarlo. Cada vez que estas palabras se pronunciaban, Lorena se estremecía y abrazaba a Tom con mucha fuerza. El a su vez la correspondía.

Ellos tenían una relación muy bonita, Lorena era su guía y él su sombra. Siempre andaban juntos, Lorena siempre le contaba cuentos en las noches y le susurraba algo al oído. Tom abría los ojos gigantes y la abrazaba. Luego se dormía. Sin embargo, Tom no hablaba. Nunca se separaba de Lorena, no compartía con más nadie que no fuera ella. Todos los veíamos y hablábamos de una unidad entre hermanos bastante peculiar. Sin embargo, entre más pasaba el tiempo, era evidente que ninguno de los dos se despegaba del otro. Lorena casi no tenía amigos, Tom tampoco tenía amigos. Sólo eran ellos dos juntos contra el mundo.

Casi 20 años después de los sucesos nos volvimos a reunir. Esta vez fue para asistir al funeral de la abuela. Ya nuestros tíos eran personas mayores. La tercera generación, es decir nosotros, ya éramos adultos casados, con hijos, con trabajos y con responsabilidades. En el transcurso de estos años yo había conservado el contacto con todos mis primos, ya hombres y mujeres adultos con familia, incluso con Julie, quien siguió siendo amiga de mi hermana y asistieron a la misma universidad. Con todos excepto con Lorena, a quien ninguno había vuelto a ver desde que ella cumplió los quince años cuando sus padres murieron y a ella y a Tom los adoptaron unos familiares por el lado de su padre.

Uno por uno todos fueron llegando. La última en llegar fue Lorena y me impactó mucho verla, hacía casi 15 años que no la veía y estaba convertida en una mujer muy atractiva. Más atrás de ella venía Tom, todo un joven de 24 años, aún seguía mudo y seguía tras Lorena. Sin embargo, esta vez, la relación era mucho más extraña. Lorena estaba mucho más imponente, mucho menos dulce de lo que la recordaba. Ahora bebía y estaba constantemente de mal humor. Tom iba tras ella, se notaba cansado y fatigado. Sin embargo, el ritual de los cuentos por la noche, el susurro en el oído, los ojos grandes, el abrazo y las buenas noches no había muerto. Esa fue la última vez que vi a Lorena y a Tom.

Unos años después de la muerte de la abuela, un 23 de diciembre, llegaba a casa con mis hijos, después de un paseo en trineo por el parque y mi esposa salió bastante agitada. Me dijo que tenía una gran visita esperándome en la sala. Me dirigí hacia allí y mi sorpresa fue grande al ver a Molly, a Julie, a los gemelos y a mi hermana, todos reunidos en la sala. Nos abrazamos mucho y a pesar de mi felicidad por compartir con mi familia, pronto noté en sus ojos un dejo de tristeza y temor. Mi esposa nos trajo café y bizcochos y enviamos a los niños a jugar afuera. Louis tomó la palabra y lo que contó me dejó frío.

“Ayer 22 de diciembre pasó algo terrible. Lorena murió a manos de Tom, y éste se suicidó después. Al parecer él tomó un cuchillo de la cocina y se abalanzó sobre ella degollándola. Luego subió a su habitación, escribió algo en unas hojas, se desfiguró la cara y luego se enterró el cuchillo en su corazón”
Mi mente no dejaba de girar y miles de preguntas se agolpaban allí ¿Por qué? ¿Qué pasó con esa relación tan unida? ¿Están seguros? ¿Qué escribió? Por sola respuesta me pasaron unas hojas, manchadas de sangre, que los policías entregaron a mis primos cuando hicieron las pesquisas. Las hojas exhibían una escritura infantil, temblorosa y manchada de sangre y algo que parecía ser agua, lágrimas de Tom mientras lo escribió.

Mi voz me impide comunicarme y contar al mundo el sufrimiento en el que vivo. Hoy, 22 de diciembre de 19**, en el aniversario número 24 de la muerte de mi hermano Rick, quiero por fin contar la verdadera historia. Para ello tuve que eliminar mi mayor impedimento. Pero no me arrepiento. La quise mucho, mucho más de lo que nadie se ha imaginado, porque sé que Lorena actuó bien cuando hizo lo que hizo. Pero no puedo vivir bajo su yugo mucho más tiempo. Siento que ambos hemos enloquecido, y sólo la muerte será nuestra liberación, limpiará su consciencia y yo la acompañaré.
Lorena no es la persona que todos creyeron que era. Ella es la responsable de la muerte de Rick. Yo era muy niño, pero lo vi todo, y ella lo sabe. Ella estaba ese día en el risco, jugando conmigo, cuando mi hermano Rick apareció. Rick era una buena persona, y Lorena le gustaba mucho. Recuerdo que empezaron a hablar, y pronto la conversación se tornó violenta. Rick empujó a Lorena al piso y rasgó su vestido. Pensé que jugaban y me iba a unir a su juego cuando Lorena se lo quitó de encima y empezó a pegarle. Rick le pegó también, pero Lorena logro acorralarlo frente al risco y lo empujó. Del bosque salió un hombre que había escuchado todo. Le dijo algo a Lorena, pero ella lo golpeó con una rama y lo dejó inconsciente. Luego llegaron los primos y Lorena les dijo que el hombre había matado a Rick y ella le había golpeado para evitar que me hicieran daño.

Lorena siempre fue cariñosa conmigo y por mucho tiempo no entendí qué había pasado. Un día me llevaron a su casa, me dieron juguetes y se convirtió en mi hermana mayor. Yo estaba feliz. Poco tiempo después, sin embargo, le pregunté a Lorena sobre la versión que yo recordaba de los hechos. Lorena entonces me miró con ojos como poseídos y me dijo que nunca más podía volver a recordar aquello, que si decía una sola palabra a alguien, ella me mataría tal y como había matado a mi hermano. Luego me abrazaba, me contaba un cuento y yo enseguida volvía a dormir. Esto se ha repetido todas las noches desde que tengo 5 años. Lorena se acerca a mi cama, me cuenta un cuento y antes de irse, me susurra en el oído que si hablo, me mata como mató a mi hermano. Luego me abraza y me duermo.

No resisto más, hoy es el aniversario de la muerte de mi hermano, Lorena ha estado bebiendo estos últimos años y está mucho más cruel de lo normal. Hoy pensó que la estaba viendo cuando salía de darse su baño. Me dijo que era un cerdo violador tal y como lo fue mi hermano. Que también era retrasado. Mi Lorena, es buena persona cuando no bebe, cuando olvida todo aquello. Pero creo que mi cara le recuerda a mi hermano. Hoy no aguanto más. Ella me dio una vida agradable, pero no resisto su voz chillona cuando me dice que me va a matar. Hoy le retribuí su gran favor, la liberé de su cuerpo, de su mente enferma y pronto me uniré a ella, en ese lugar donde sólo hay amor, alegría
.

Una navidad sucedió, una navidad nos enteramos. Ella su protectora y torturadora. Él su seguidor y su justiciero.