Hace poco más de una año que empezamos con el taller literario y ciertamente son muchas las razones que me motivan para continuar.
Al principio la dinámica contaba con la presencia de un profesor que nos proponía las tareas y nos corregía y comentaba nuestros escritos. Esta era una buena forma de verificar qué tanto comprendíamos las instrucciones y qué tan bien las aplicábamos.
También participábamos dejando el comentario en el trabajo de nuestros compañeros. Esta dinámica cambió cuando los profesores se retiraron, pero fue un cambio beneficioso. Ahora, aparte del reto de planear la escritura, tenemos el reto de planear una tarea. Ser profesor y alumno al mismo tiempo no es fácil, sin embargo, evitamos la parcialidad permitiendo que todos propongan diversas tareas y cumpliendo con ellas.
Para mí ha sido una experiencia muy grata porque no sólo he tenido un espacio donde practicar, sino que he tenido un espacio para conocer personas que, como yo, se comunican a través de la escritura y están interesadas en mejorarla. Son personas de varios países y esto aporta una riqueza cultural que no podría obtener en un taller literario local.
Además, también está el reto de idear historias nuevas, emocionantes, que se superen con el tiempo, que impacten, que emocionen. Esto hace que con cada tarea la imaginación vuele a niveles insospechados y resulten productos que nunca habría imaginado escribir.
Siento que, aunque no esté al nivel de los más grandes escritores, he mejorado con la práctica. Es emocionante imaginar qué propondrán, qué pensarán mis compañeros y qué puedo escribir que sea sorprendente, novedoso y a la vez claro.
Aunque en algunas ocasiones hemos estado a punto de abandonar, siento que me ha inspirado mucho la presencia de mis compañeras que han estado ahí, siempre comprometidas con esa idea nacida hace ya un año y que espero continúe por mucho más tiempo.
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