jueves, 16 de septiembre de 2010

Pablo

Arañitas. Veía a las arañitas correr por el pasto, perderse en las largas hojas afiladas y puntiagudas. Hacía calor, un calor casi sofocante, pero a la sombra del árbol no se sentía tanto. Me picaba el abdomen. La frazada que habíamos puesto sobre el pasto casi seco era de lana de oveja y picaba. Cerré los ojos, apoyé la cabeza en mis brazos y escuché el silencio. A esa hora todos dormían la siesta, incluso los grillos habían preferido dormitar al calor y dejar sus cantos para más tarde. Sentía las gotas de sudor resbalar por mi nuca y mi cuello.

- En dos semanas entras a clases...

La voz de Pablo me sonó lejana. Era lo que más odiaba del verano, que llegara a su fin, tener que volver a la rutina, a las clases, a la ciudad. Me habría quedado para siempre en la casa de campo, tirando piedras al río para ver cuántas veces rebotaban antes de hundirse, comiendo fruta verde directo de los árboles, mirando a las arañitas hacer sus castillos de hilo.

- Quería contarte que... en dos semanas yo también me voy.

Me sacudí la modorra y me senté. Miré a Pablo, quien a su vez evitaba mirarme. Parecía estar muy concentrado en unos arbustos en la distancia

- ¿Cómo que te vas? ¿Dónde te vas?
- Me voy a estudiar. Mi papá no quiere que me dedique a ser el capataz de la hacienda de tu papá. Quiere algo mejor para mí. Ha ahorrado todos estos años para pagarme una carrera, me aceptaron en la Universidad, voy a...

La voz de Pablo sonaba como algodón en mis oídos. Pablo, mi Pablo, no podía irse. Él pertenecía al paisaje de la casa de campo, él estaba ahí siempre que íbamos por el fin de semana o para las vacaciones. Pablo, siempre recibiéndonos montado en su caballo, con la mirada baja cuando papá estaba presente, con un guiño travieso cuando me veía sola. Pablo me pertenecía, no podía irse. De pronto el calor se volvió insoportable. Sentí que la cara se me puso colorada y sentí unos deseos terribles de llorar y de gritar y de pegarle a Pablo con todas mis fuerzas. Mi reacción era injusta, lo sé, pero yo sólo tenía 16 años y mi mundo era yo, y todo el universo giraba en torno a mí. Una arañita cayó del árbol sobre mi pierna y trató de subir afirmándose del vello sudoroso. La veía borrosa a través de las lágrimas que no quería dejar escapar.

- No quiero que te vayas...
- No puedo quedarme aquí. Tengo que hacer algo con mi vida... eres sólo una niña, no pensé que lo entenderías.

Le dí un manotazo a la araña y la reventé en mi muslo. ¡Una niña! ¿Así es como Pablo me veía? ¿Una niña?

- No me importa lo que hagas. ¡Puedes irte a la mierda si quieres!

Quise levantarme e irme. No quería que me viera llorar. Pablo me tomó de las manos y me abrazó.

- Si hago esto es por ti... ¿no lo ves? Es por nosotros. Tu papá jamás permitiría algo entre nosotros, pero si tengo un título, una profesión, un futuro sólido... ¿o es que ya no me quieres?

Pablo... Me puse a llorar en su cuello. Yo amaba a Pablo con todo mi ser. Después de años de besos robados a cada instante, de caricias en lugares prohibidos, de horas hablando de todo y nada, Pablo me decía todo esto. Pablo no entendía que mi familia jamás me habría dejado estar con él, con su título o sin su título, él era, simplemente, de otra clase. Si al menos se hubiera quedado en la hacienda, quizás con los años ambos nos habríamos casado con otra persona y nosotros nos habríamos seguido viendo a escondidas, como se rumoreaba que hacía mamá con el encargado de los caballos. Pero Pablo quería arruinar todo, quería irse, quería aspirar a lo imposible. Era el momento de dejarlo ir.

Me solté de su abrazo, me quité toda la ropa y me tendí sobre la frazada. Me picaba la espalda y los muslos horriblemente, pero aguanté. Pablo titubeó unos segundos, y luego me siguió. Esa tarde de fines de verano hicimos el amor tres veces. Recuerdo el cuerpo cálido de Pablo, las gotas de su sudor mezclándose con las mías, el dolor, el placer y la sangre de mi entrepierna primeriza, el peso de su respiración, su cara concentrada y por sobre nosotros, las arañitas del árbol lanzándose en picada afirmadas de su tela, corriendo traviesas por el pasto, ajenas a nuestra despedida.

8 comentarios:

AlannaGuerrero dijo...

Hola... es la primera vez que hago esto así que tendrán también que enseñarme a hacer comentarios útiles.
Aun así, quiero decir que me gusto tu cuento, pero me pareció mucho mas fácil identificarme con la protagonista -y recordar sensaciones similares y odiar de nuevo a mis padres- que identificarme con las sensaciones físicas el verano que describes, aunque no se que tan necesario sea eso para el cuento q escribias.

AlannaGuerrero dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
M dijo...

Hola Colleen, gracias por tu comentario. Una de las tareas principales era transportar al lector al escenario de ESA estación del año. En mi caso, lo pensé de forma que lo que pasó, mi historia, no podría haber pasado por ejemplo en invierno ni en otoño ni en primavera, sólo en verano, y así traté de hacer las descripciones. Más que decir "era verano, hacía calor" quise relatar con otras cosas el ambiente...

Entiendo a lo que te refieres y quizás sí podría haberle puesto más elementos que te hicieran identificar, como lectora, más con el verano. Voy a tenerlo en cuenta para la próxima :) sin embargo, me alegra que te hayas identificado, al menos, con los sentimientos de la protagonista.

Nos leemos pronto!

M dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Kate dijo...

Hola!! Excelente el relato. Bastante bien enmarcado en este aspecto del clima, sin embargo, queda como aspecto secundario, y si entendí bien, la idea de la tarea era que el clima debía ser el protagonista.

Aún así el relato es hermoso.

Saludos

Hada de Luz dijo...

Excelente, me transportaste tan bien esa sensación de estar en verano, si hasta sentí las arañitas típicas de esa estación.
Al contrario de lo q dicen en los dos comentarios, creo q transmitiste bien las sensaciones de la estación, de un modo distinto, ya q me hiciste meterme en el personaje y sentir sus sentimientos y sensaciones al clima.
Buenisimo!!!

M dijo...

Hola Kate: jaja parece que ustedes dos entendieron una cosa y yo otra, pero esta bien, entiendo lo que me dicen :D

Gracias linda! Un saludo muy grande!

M dijo...

Hada de Luz: sabes que pienso? nuestras otras amigas son de otro país, quizás por eso viven el verano de otra forma. Quizás por eso tú te identificas más con las sensaciones de "mi" verano. Para mí es evidente que es verano sin tener que decir expresamente que es verano, ni poner nada más. Las arañitas, el color y textura del pasto, la situación, NO puede, a mis ojos, darse en otra estación que NO sea verano. La despedida antes de entrar a clases NO puede darse en otra estación. En fin, para mí todo respira y huele a verano, pero es entendible que para el lector que no ha pasado un verano en "el campo chileno" las sensaciones no sean las mismas :)

Gracias por comentar!