martes, 13 de julio de 2010

La carta

Hoy te recuerdo como el primer día que te vi, tan joven y bella. Me impactó tu sonrisa y tu mirada. Todo tu ser estaba tan lleno de luz que por primera vez sentí que mi vida tenía un propósito, y que tu serías el motor de mis acciones.

Recuerdo la primera vez que te tuve en mis brazos, estabas tan cálida y confortable. Sólo podía besarte y admirarte, tu mano en mi mano me hacía creer que sería así por siempre. Mi corazón estallaba de alegría. Juro que nunca había sentido algo así.
Juré que nunca te iba a perder, que te protegería con todo mi ser, que mi vida entera la dedicaría a preservar esa pureza que para algunos pasaba desapercibida, pero para mí era un faro de luz en la oscuridad.

Ya había perdido a una mujer a quien había amado, pero juré que ese amor lo duplicaría, y te haría tan o más feliz de lo que la hice a ella.

Han sido unos años maravillosos a tu lado, me encantó todo lo que me enseñaste, me hiciste sentir vivo, joven, le diste sentido a mi vida. Estuve ahí para ver tus alegrías y tus tristezas, y tú estuviste también allí para compartir todos los momentos en mi vida.

Estaba tan orgulloso de que fueras mía, que no vi el paso del tiempo ni como ibas cambiando. Aquella mujer que tanto me complacía, para quien yo era su todo, se fue transformando en una extraña. No sé si era la situación... o quizás yo cambié también. Pero nuestras vidas se separaron y mi corazón roto, llorando tu silencio, esperaba que notaras que yo siempre iba a estar allí para ti.

Poco a poco regresaste, pero ya no era lo mismo. Ahora tenías nuevas ideas y sentimientos, querías ir a buscar otra vida. De repente tu mundo se abrió hacia otras nuevas posibilidades, y a pesar de mi dolor, mi amor por ti me dijo que tenía que dejarte ir.

Regresaste y mi corazón se colmó de alegría. Pero no regresaste por mí. En esa búsqueda encontraste al hombre ideal, al amor de tu vida, ese que ahora será tu vida y tú felicidad... y no puedo más que alegrarme de tu destino.

Hija mía, hoy en el día de tu matrimonio, quiero expresarte cuánto te amo, cuán importante eres para mí y cómo esa manito, que algún día buscó la mía con desesperación, con el temor a lo desconocido en un mundo extraño, sin la plena consciencia pero el temprano presentimiento que sólo seríamos dos, es ahora la mano que entrego a quien elegiste como tu compañero de vida, rogando a Dios que sea el hombre que pueda darte toda la felicidad que te mereces.

Sin embargo, la vida está llena de sorpresas, por eso siempre debes recordar que no importa que tan lejos vaya esa manito, nunca se sentirá sola ni desprotegida, porque aquí te ofrezco la mía, férrea y firme como un roble ante el paso del tiempo, para seguir dándote todo el amor que hay en mí para ti.

2 comentarios:

Yiyo dijo...

Me gusto mucho tu carta y el uso de la foto. Me gusto que al desarrollarse la carta nos damos cuenta que no es una carta cliché de romance pero una carta de amor, de amor paternal.

M dijo...

Kate, es una carta de amor preciosa! Me gustó muchísimo el giro del texto, la forma en como hiciste pensar al principio en una carta de amor de pareja y la manera en que de repente uno "lo entiende todo" y tiene que volver a leer el texto, con otra mirada, con ojos frescos y filiales...

Me pareció ver una que otra tilde "rara", pero es mínimo. Encontré que la foto de esta semana no era demasiado fácil ni "inspiradora", pero me encantó la forma en la que aludiste a la foto sin nombrarla directamente.

Ah Kate, tu escrito es una carta que dan ganas de leerla muchas veces :D

Felicitaciones!